domingo, 4 de septiembre de 2011

LA POLITICA Y LA MEDITACIÓN

!!!El descrédito de la política y de los políticos tiene que ver –y mucho- con el deterioro del lenguaje político. Dime cómo hablas y te diré quién eres (y cómo eres). Deberíamos relajarnos, sí; pero para pensar mejor y ver si hay algo en el interior que valga la pena. Y, solo entonces, abrir la boca.¡¡¡ Un que es un servidor público debe ser una persona de densidad moral y ética, y para ello es imprescindible una actitud reflexiva y pausada y una vida interior rica y equilibrada. Necesitamos políticos con mayor capacidad de escuchar su interior y de compartir experiencias de profunda e intensa concentración personal. Una espiritualidad humana, profundamente humanista, como base de otra política. Necesitamos líderes reflexivos, capaces de meditar, de buscar en su equilibrio personal la fuerza y las ideas que guíen su actividad. Puede ser una dimensión religiosa, pero no necesariamente. Debemos fomentar las prácticas que buscan el equilibrio y la armonía como el yoga o el taichí y acercarnos a ellas con una nueva naturalidad. La meditación y otras disciplinas y técnicas del silencio, la introspección y el equilibrio interior. estamos lejos todavía de que los políticos valoren la importancia de la meditación, de la reflexión en silencio, de la capacidad de encontrarse a solas consigo mismo, para recuperar el sentido de la espiritualidad -profundamente humanista-, que puede dar otro sentido al modo de hacer y entender la política. No estamos hablando de religiosidad. La meditación aporta “ecuanimidad, claridad mental, y capacidad de concentración” y nos redescubre el silencio interior con una riqueza que no imaginamos. Esta capacidad de concentración, de escuchar el interior, puede desarrollar una nueva capacidad de comunicación a través de un determinado lenguaje político más preciso, más intenso, más sincero. La meditación puede ofrecer a nuestra política democrática la densidad moral y ética que acompañe una acción transformadora. Una densidad que debe percibirse en el uso de un nuevo lenguaje, un nuevo vocabulario en el que las palabras del espíritu no estén excluidas, proscritas o estigmatizadas. Políticos con una rica vida interior podrán servir mejor lo público. Políticos que hablen con el corazón serán los líderes del mundo incierto. Decía Octavio Paz que “se olvida con frecuencia que, como todas las otras creaciones humanas, los Imperios y los Estados están hechos de palabras: son hechos verbales”. En el libro XIII de los Anales, Tzu-Lu pregunta a Confucio: “Si el Duque de Wei te llamase para administrar su país, ¿cuál sería tu primera medida? El Maestro dijo: La reforma del lenguaje.” El filósofo chino Confucio (551-479 aC), que dio nombre al confucionismo o confucianismo (una doctrina que se ha definido más bien como una corriente ética y no tanto como una religión y cuya influencia ha perdurado durante siglos en distintas culturas), otorgaba al lenguaje un papel esencial en el gobierno de una nación. Los preceptos básicos de esta corriente son esencialmente humanistas y hablan de cómo debe relacionarse el ser humano con sus semejantes. Hace referencia a los valores, virtudes, relaciones… cómo desarrollar una buena conducta en la vida y un buen gobierno basado en la caridad, la justicia, y el respeto. Valores que tienen en el lenguaje un pilar fundamental, ya que éste expresa la calidad moral del que habla. De hecho, al preguntarle sus discípulos qué mejoraría o reformaría si tuviera que gobernar un país, Confucio hizo referencia al lenguaje: “Si el lenguaje carece de precisión, lo que se dice no es lo que se piensa. Si lo que se dice no es lo que se piensa, entonces no hay obras verdaderas. Y si no hay obras verdaderas, entonces no florecen el arte ni la moral. Si no !orecen el arte y la moral,entonces no existe la justicia. Si no existe la justicia, entonces la nación no sabrá cuál es la ruta: será una nave en llamas y a la deriva. Por esto no se permitan la arbitrariedad con las palabras. Si se trata de gobernar una nación, lo más importante es la precisión del lenguaje”. Según Nye, en la fuerza de una nación podemos distinguir entre el poder duro, definido por la potencia militar, tecnológica, económica, etc. y el poder blando, que se refleja en otros factores como son la escala de valores, el estilo de vida, la cultura, la organización social, los modelos de desarrollo . Necesitamos una nueva política y ésta sólo será posible con un nuevo lenguaje con más profundidad y espiritualidad. La alianza de progreso que se debe construir en lo local y en lo global para conseguir la esperanza de una gobernabilidad más justa, más sostenible y más pacifica necesita líderes, acciones, ideas, pensamiento… y palabras. También organizaciones, sí. Pero sin una nueva filosofía política no recuperaremos para ésta la opción directiva del presente y no podrá garantizar futuros. Corremos el riesgo de que la política sea irrelevante. En sociedades líquidas, es tiempo de pensamientos sólidos. Ludwig Wittgenstein, el pensador austríaco que intentó definir la lógica del pensamiento humano escribía, ya en 1921, “que los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Dfinitivamente, el mundo ha cambiado mientras que el lenguaje político parece haberse transformado en inservible, caduco y previsible. La política democrática y reformadora que se ha quedado sin vocabulario, sin sintaxis, parece que se conforma con la gestión de la ortografía. Volvamos a las palabras, a las que nacen de las ideas y de la filosofía; sin ellas, la ideología está muerta. Volvamos atrás, para ir hacia adelante. Reforcemos nuestra formación sobre los clásicos: de Confucio a Aristóteles, pasando por Séneca. Recuperemos los fundamentos éticos y morales que constituían el debate de lo humano y de lo colectivo hace ya miles de años. Quizás hay que volver al lugar de donde nunca deberíamos habernos ido. Como decía el poeta Josep Vicenç Foix: “Sigueu moderns. Llegiu els clàssics”. Comentarios y opiniones son bien venidas...Paz Profunda!!!