jueves, 2 de agosto de 2012

Lo que sigue...despues de la elección Presidencial!!

Al día de hoy falta algo para que el tribunal resuelva en definitiva sobre la validez de la eleccion presidencial, y mientras tanto, como era previsible, la polarización política sigue aumentando su curso sin despegarse del marco legal, pero, hay que decirlo, sin mucha confianza de las partes en el carácter imparcial de los jueces, cuyas resoluciones son inapelables. Se escucha con frecuencia que la revisión de los expedientes es un mero trámite que no cambiará lo que ya se da como el resultado de hecho de la sucesión presidencial. Si acaso, se admite, se dictarán sanciones ex post, con lo cual se añadirían nuevas razones para el descrédito y el desencanto que recorre la convivencia nacional, pero nada más. Lo que se gana en las urnas ..no puede ser cambiado en las mesas!! Todo en orden. Y sin embargo, el tribunal está obligado a otra cosa. En primer lugar, cabe esperar que se tome en serio a sí mismo y realice una investigación a fondo de las impugnaciones presentadas. Se requiere de un juicio atento al derecho, exento de prejuicios o descalificaciones previas. En ese sentido, como simples ciudadanos, podemos exigirle al tribunal que realice una valoración con sentido de Estado de los perniciosos problemas puestos a la luz en estas elecciones, de modo tal que la intervención de los magistrados sirva para acotar la magnitud de las grandes fallas estructurales (no sólo administrativas o procesales) advertidas en la competencia electoral, entre ellas la relación entre los medios, el dinero y la política, la manipulación y compra del voto en condiciones de extremada desigualdad social y agudización de la violencia, así como la necesidad de hallar nuevos mecanismos capaces de seguir en tiempo real el uso de los recursos de partidos y candidatos. Se dirá, no sin argumentos, que eso es mucho pedir dados los antecedentes formalistas, cuando no erráticos, del tribunal, pero esa es su responsabilidad histórica y no hay razón para exigirle menos. ¿Hay que recordar que la Constitución es su límite? Un fallo puntilloso pero legalista, superficial, lejos de resolver el problema planteado por las impugnaciones agravaría la desconfianza en la institución que en ultima instancia sostiene todo el sistema electoral. Seria un golpe a la futura gobernabilidad del país. Contra la opinión conformista de quienes juzgan la democracia sólo por los números, sin cuestionarse cómo se forjan las mayorías ganadoras, ha saltado a la palestra la denuncia de prácticas seculares que antes se consideraban inevitables o imposibles de modificar, como la coacción y compra de los votos, práctica tan antigua como arraigada en los usos y costumbres del poder. Si, en este punto, es clave determinar la magnitud de dichas operaciones con respecto a los resultados obtenidos, el verdadero avance democrático ya adquirido está, pienso yo, en haber puesto en el primer plano la incompatibilidad moral, la inadmisibilidad de procedimientos antidemocráticos que el PRI empleó durante años (y luego otros partidos) para ganarse lo que Chomsky llama el consentimiento sin consentimiento, que le permite al poder imponer a la población programas de gobierno que suelen ir en contra de sus intereses o de lo prometido en las campañas. Y no deja de ser significativo que tal manipulación de las masas se haya visto unida a la toma de conciencia del papel de los medios, en particular los electrónicos, en la configuración de una candidatura ganadora, construida conforme a los principios de la ingeniería del consentimiento a los que Chomsky alude. Por lógica..., hay que ir paso a paso, pues el asunto no es sencillo ni vale la pena apresurarlo, pero hay algunos temas para el día siguiente que conviene tener en mente: la transformación de México no se inicia ni concluye con el proceso electoral, de modo que no es intrascendente racionalizar la fuerza acumulada por las izquierdas a través del azaroso proceso político de los últimos años: hay liderazgos fuertes y ahora existe una experiencia compartida por millares de ciudadanos activos que representan a millones de mexicanos inconformes con la inercia de la vida pública. Sin embargo, ningún proyecto es viable sin un planteamiento capaz de concretarse en un programa político para avanzar en la reforma del Estado. La coacción del voto, por ejemplo, no es un mero asunto electoral sino un problema vinculado a la cultura política surgida sobre los cimientos de la desigualdad que caracteriza al sistema y la cancelación de los derechos sociales ejercibles por los ciudadanos.Hacer de la democracia una realidad implica reformar el régimen político, propiciar una nueva cultura a favor de las libertades y los derechos humanos, pero sobre todo, aquí y ahora, implica que por el bien de todos primero los pobres.